El desafío para lograr el desarrollo: la digitalización.
“La digitalización es sinónimo de crecimiento, empleo de calidad,
sostenibilidad e inclusión”, expresa en su primera frase el reciente informe
“Sociedad Digital en Latinoamérica” (Taurus y Fundación Telefónica, Madrid,
2021) que analiza el nivel de desarrollo del ecosistema digital en la región y el
mundo. Lo primero que devela el informe es que Latinoamérica está en una
posición intermedia de desarrollo, encima de África y Asia, y muy debajo de los
países desarrollados y que además la tasa anual de crecimiento de la región es
inferior a la de las otras regiones emergentes.

El estudio conforma un indicador integral que llama tasa de crecimiento del “Índice de Desarrollo del Ecosistema Digital” y muestra que entre el 2004 y el 2018 creció al 6% anual en la región alcanzando a casi el 50% de desarrollo, mientras que en Europa alcanzó el 70% y en Estados Unidos el 80%.
Las limitaciones derivan de la existencia de una brecha
digital y por ende social en los países; por la escasa digitalización de la producción
que repercute en una escasa productividad laboral y por la inexistencia de un
mercado digital común regional junto a una escasa integración económica. Pero
también por la falta de una profunda agenda de transformación digital en todas las
áreas de la sociedad y la comprensión clara que ello implica en el desarrollo
económico y en el mejoramiento de la calidad de vida de las personas.
Sin duda que los indicadores muestran que la región ha avanzado en la
escalera social y tecnológica de la sociedad digital, sin embargo, todavía un tercio
de la población de la región está marginada del acceso a Internet, como resultado
de desigualdades de renta, baja inversión económica y escasas reformas para
potenciar la digitalización.
Por ello el avance hacia la sociedad digital en América
Latina ha sido lento e insuficiente en muchos de sus componentes tales como en el
ancho de banda y específicamente en su incorporación en la educación, tanto para
la gestión, los métodos de enseñanza como en el perfil de las competencias.
También las empresas están retrasadas en la adopción de éstas tecnologías y sin
duda son las políticas públicas las menos promotoras y facilitadoras al uso de
servicios sociales y privados en red.
Se requiere además mayores inversiones
públicas y sobre todo privadas en el sector, dada los volúmenes de las inversiones
necesarias para ser acometidas exclusivamente por el sector público.
Las suscripciones de banda ancha fija en América Latina y el Caribe
muestran apenas una penetración del 13 % de la población, siendo un guarismo
muy bajo para facilitar una inserción activa en la economía digital. Aunque las
suscripciones de banda ancha móvil alcanzaron un elevado 73% para el 2019, ello
expresa un perfil como consumidores digitales, y no una inserción de las empresas
y las organizaciones en la sociedad digital en construcción.
La conectividad dominante en América Latina es móvil y el 93% de la población cuenta con
cobertura de red de banda ancha móvil, que limita la inserción activa en la sociedad digital. Este retraso también se muestra en la limitada introducción de redes de 5G.
El informe advierte que la transformación digital es la oportunidad para
impulsar toda la estructura productiva y a la sociedad en su conjunto, y que
requiere encarar políticas en todos los sectores. Inversamente, el retraso en la
inserción en forma sistémica enlentece el desarrollo por el impacto negativo en el
incremento de la productividad, en tanto uno de los mayores beneficios de la
digitalización, en tanto mecanismo de incorporación de conocimientos es el
incremento del productividad y de la creación y canalización de valor del
conocimiento, y del trabajo profesional.
En América Latina, un estudio reciente del BID (Informe anual del Índice de Desarrollo de la Banda Ancha), muestra que un aumento promedio del 10% en la penetración de banda ancha permitiría alcanzar un aumento del 3,19% del producto interior bruto y del 2,61% de la productividad, con lo que contribuiría a crear más de 67000 empleos directos en la región,
mostrando como el incremento en la digitalización en todos los sectores
contribuye al desarrollo general.
La incorporación de las tecnologías digitales en la educación constituye un
factor de vital importancia para el desarrollo económico de los países y una mayor
inclusión social, al permitir además del incremento en el acceso a una educación
universal, a costos menores, con mayor calidad, y superando muchas de las
inequidades.
Sin embargo, a pesar de ello, se constata un fuerte retraso a la
digitalización de la educación por los limitados esfuerzos públicos y privados en la
apertura a estas ofertas y demandas de servicios.
Pero además, este retraso es muy desigual entre los diversos estratos y circuitos escolares, entre las distintas universidades, en el interior de los países entre el interior y las grandes ciudades, entre los distintos países del continente así como también frente a los países
desarrollados.
Todo ello determina la existencia de numerosos obstáculos políticos
y culturales para que los estudiantes latinoamericanos puedan beneficiarse
plenamente de las ventajas que aporta la educación digital en términos de acceso y
calidad, y que a la vez que la sociedad y las empresas tengan la dotación de los
recursos humanos necesarios y pertinentes para encarar la transformación digital.
Sin recursos humanos profesionales y técnicos capacitados en los nuevos
escenarios digitales, poco se podrá avanzar a superar las inequidades y un
desarrollo superior en el largo plazo. Aunque en estas debilidades destaca la falta
de conectividad y ancho de banda suficiente como una de las principales barreras,
también destacan otras como los costos, la escasez de habilidades y competencias
digitales de los docentes, el acceso a sistemas de internet y de banda ancha y las
propias resistencias de muchos sectores..
El centro para garantizar la conectividad de la población especialmente en
las regiones apartadas, son los recursos económicos para instalar las
infraestructuras digitales para poder disponer de un servicio de internet. Ello
comprende desde el punto en que la red accede al país (primera milla) hasta la red
troncal nacional, el acceso que conecta a los usuarios (última milla), y otros
elementos, como los centros de datos, mostrando la complejidad y sinergias
necesarias. Sin ello no será posible mejorar la educación, que requiere banda ancha
y conexión de alta capacidad capaz de transmitir voz, datos, imágenes y vídeos,
para permitir un servicio de comunicación sincrónico y asincrónico. Hoy la banda
ancha es un prerrequisito para la calidad, pero también incentivar a los usuarios
en los desafíos e importancia del cambio digital. La economía digital avanza hacia
un mundo en el que la productividad y la calidad de vida se verán impulsadas por
tecnologías como la inteligencia artificial, el internet de las cosas o el blockchain,
cuya expansión depende en gran medida del 5G en términos de velocidades
ultraaltas y bajas latencias. Es necesario entrar en la instalación de redes 5G
temporales para impulsar una América Latina digital y conectada. El crecimiento
del tráfico de internet con la pandemia y el avance al teletrabajo, la teleeducación y
la telesalud generó una fuerte presión en las redes de telecomunicaciones,
especialmente en el vídeo streaming que requiere una alta definición. Ello ha sido
positivo y se deberá continuar en estos desarrollos más allá del fin de la pandemia.
Las universidades y los sistemas de educación superior son activos
usuarios potenciales de la banda ancha pero muchas veces los estudiantes están
limitados por la propia oferta y sus propios paradigmas intelectuales. También la
ausencia de conectividad de banda ancha y de oferta digital, impacta
negativamente en las acciones de otros prestadores de servicios digitales. El
Informe de la Fundación Telefónica que referimos, apunta claramente que uno de
los principales obstáculos al desarrollo digital se focaliza en el desarrollo de la
banda ancha y en las barreras administrativas a la prestación de servicios por
parte de las diversas organizaciones. Pero también se mantienen resistencias
derivadas de una aversión digital. Con el fin de la pandemia, aunque se ha
avanzado mucho en relación a la situación previa, estamos frente al riesgo de un
regreso al mundo presencial, que se debe superar con acciones culturales y
normativas. La prioridad educativa debe ser continuar hacia la digitalización en un
formato híbrido e incrementar el ancho de banda, que es también el requisito para
poder prestar servicios económicos y sociales a las empresas. La educación va cada
vez más de la mano con el desarrollo. Reincorporar componentes presenciales es
necesario en la educación, pero volver atrás totalmente es un riesgo enorme para
el futuro del país. El populismo presencial es un riesgo para un futuro mejor y es
también una falsa verdad de que es la mejor opción para la gente para vivir mejor.