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ENCUENTRO CON GABO.

Qué difícil compartir, valiéndome de unas pocas palabras, mi experiencia con Gabo. Podría empezar diciendo que en los peores momentos de mi vida, en los más tristes y desesperados, la única salida segura eran siempre leer sus palabras plasmadas en sus escritos.


Abrir cualquiera de sus libros era el pasaje seguro a un lugar mejor. Esos mágicos mundos repletos de gente común y especial al mismo tiempo se transformaban en la excusa perfecta para lo que yo necesitara. Reír, llorar, encontrar el coraje necesario para enfrentar la realidad o simplemente esperar sabiendo que en algún momento, el destino se encargaría de poner cada cosa en su lugar.


Por alguna razón, yo sentía que muchas de esas cosas que leía podían tener alguna raíz verdadera, auténtica, real. Siempre creí en sus palabras. Fue entonces cuando comencé a recopilar algo de biografía, más allá de su genial Vivir para contarla, intentando así conocer algo más del hombre detrás del escritor.


Entonces descubrí que Gabo era un hombre común. Con sueños, frustraciones, alegrías, miedos y tristezas. Gabo era como yo. Si él había podido superarse, yo también podía hacerlo.


Me tocó quedarme sin trabajo y pensar en Gabo en Zipaquirá, me tocó golpear la puerta de amigos y familiares para pedir esa ayuda que me diera un poco más de aire para seguir adelante, me tocó "torcerle el cuello al cisne" y ser más directo a hablar, me tocó enfrentar al pasado y descubrir que no era ni tan aterrador ni tan grandioso como lo recordaba, me tocó decirle a mi hija cuando las cosas no salían , que un día íbamos a vivir mejor...


Sentí a Gabo tan humano como yo y ya no sólo creí en sus ficciones, sino también en sus realidades. De él aprendí que nunca debemos abandonar un sueño, aprendí que es en las adversidades donde nos hacemos más fuertes. Y un día, partí con mi compañera y amor de vida a el encuentro con Gabo, llevaba mi valija y mi corazón repletos de esperanza, decidí ir en busca de mi sueño conocer Colombia y Cartagena.


Así llegué a Colombia la tierrita de Gabo. En el camino había perdido el mapa con las instrucciones así que, desde Montevideo en adelante, sólo me guie por mí corazón.


Cuando viajaba en el último tramo de mi aventura, sólo sabía que el bus de excursión terminaba en un pueblo más allá de Aracataca, Santa Marta oliendo a Gabo por todos lados.

Estaba tranquilo. Tenía la seguridad de conocer cada rincón de esa tierra, sabía que sería capaz de reconocer hasta sus aromas. Gabo había sido durante años el mejor guía turístico de ese lugar del mundo.

Yo creí cada una de sus palabras, guardé sus descripciones en mi memoria, así que al mirar por la ventanilla sonreía al reconocer cada lugar que pasaba frente a mis ojos.


En un momento determinado el guia anuncio que había que bajar del bus. Le pregunté si en verdad estaba tan cerca de Aracataca como yo creía y mirándome con cierta indiferencia me dijo que bajara, que a cien metros de donde estábamos, era el pueblo.


No puedo explicar lo que sentí al bajar del bus y caminar esos cien metros que me separaban de mi sueño. Desde el costado de la ruta, pude ver cómo la magia de Macondo revoloteaba a mi alrededor. Gabo no me había mentido. Cada una de sus palabras era cierta. Yo había llegado a Santa Marta guiado por él.


Estaba cumpliendo mi sueño, ese que él me dijo que no debía abandonar. Lo que vino después fue sólo el comienzo de un hermoso sueño que parece no tener fin,conocer la Gran Colombia. Mi historia con Gabo parece interminable. Y yo estoy muy feliz viviendo para contarla…

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