Internet de las cosas, Internet de las personas
No hace mucho tiempo hablábamos del Internet de las cosas para referirnos a la hiper interconexión a Internet de nuestras herramientas esenciales en el vivir diario. No solo el teléfono iba a estar conectado a Internet, sino que el microondas, la TV, el refrigerador, entre otros, lo que conllevaba en definitiva a hacernos la vida más sencilla, más simple e incluso tal vez más feliz. Nos encargamos en los países de regular en muchas ocasiones para tales efectos, teniendo ese concepto en mente y después de haber visto tantas leyes, proyectos de ley, de estar en variadas conversaciones de este tema, me doy cuenta de que lo clave para legislar en Internet, es que éste es de las personas.
Internet es conocimiento, es información, es exactamente reducir la brecha digital y social, es eliminar la exclusión tecnológica. Y por estos grandes motivos, cuando el Estado tiene en mente legislaciones que provoquen y cumplan estos objetivos, se deben preparar y publicar leyes que promuevan la competencia, para permitirles a todos los actores participar y competir libremente, lo que beneficiará de manera especial al usuario quien será el que opte por el proveedor que tenga la mejor oferta de acuerdo a sus necesidades. Por esto, no tendría sentido incorporar limitaciones ex ante para la elección del cliente, dado que iría en contra de la naturaleza del mismo.
Por otro lado, cuando hablamos aún de un mundo incipiente en sus transformaciones y colaboración para la humanidad, como Internet, más que procurar hacer legislaciones generales, estamos moralmente obligados a desarrollar legislaciones generales. Los Estados necesitan velar por que ese acceso sea en condiciones de calidad, no discriminatorias, con contratos claros y flexibles, que estén en favor de los clientes. Sin embargo, la oportunidad de ofrecer el servicio no debe estar limitado a ninguna tecnología o empresa. No existen explicaciones convincentes y sensatas para ello, ni en Uruguay, ni en otras legislaciones del mundo.
Estoy convencido como consumidor que quiero elegir libremente, y que quiero que las empresas compitan por mi, y se devanen los sesos buscando la oferta que mejor me convenga y que me atiendan con los mejores estándares de calidad, como lo merezco; que en definitiva se me permita libremente conocer el mundo del entretenimiento, de la información, del conocimiento, sin limitaciones de competencia. Sería un error grave que la Ley restrinja los posibles proveedores del servicio de internet: ¿Por qué debería una Ley quitarle opciones a los ciudadnos? Insisto. No hay razones, no existen argumentos racionales. Si ello ocurre, nos estamos olvidando de una premisa fundamental, el Internet es nuestro, de las personas y somos nosotros mismos, los consumidores, quienes a través del intercambio de información, hacemos que esta Red de Redes opere. El Internet es de las personas.
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