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Petro y la Colombia de los nadies.

Para mí no hay defensa más lúcida del liberalismo que la que pone el foco en lo que este puede hacer por los ciudadanos más pobres, los olvidados, por “los nadies”, como dice la vicepresidenta electa colombiana.



Solo por poner un ejemplo, el mercado de trabajo —la fuente principal de movilidad social en los hogares— está regulado como si todo el país fuera la capital. Mientras tanto, en La Guajira, Córdoba y Nariño el 80 % de la población gana menos que un salario mínimo. Normas de papel, no hay posibilidad de empleo formal en el sector privado y tampoco hay mucha capacidad de mejorarlo desde el sector público regional.


Sin embargo, lo cierto es que cuando se desagregan los datos de voto a nivel municipal, uno encuentra que no fue precisamente el liberalismo clásico el que capitalizó el descontento. “Los “nadies eligieron una alternativa que los convenció más y ahora será la izquierda la que liderará ese cambio los próximos años.


Y no es un cambio menor; en Colombia hay seis millones de personas —recuerden ese número, seis millones— que no tienen suficientes ingresos para suplir sus necesidades calóricas de la canasta básica de alimentación. Sin comida, ni siquiera pensar en vestuario, vivienda o participación política. El presidente electo asumirá el cargo en agosto y tendrá que enfrentar una cruda realidad, y es que el cambio en pro de “los nadies” no es nada fácil.


El gobierno entrante va a encontrar la casa en orden, pero con unos retos enormes. Las finanzas públicas, gracias al formidable crecimiento y al mayor recaudo, son sostenibles en el mediano plazo para el país en estos momentos , pero se tienen que realizar grandes ajustes —ojalá tanto en el gasto como en el ingreso— si quiere dejar un país diferente. La economía mundial —compra petróleo y comida— ha puesto de su parte con un rebote histórico, pero sería un error darlo por garantizado.


El periódico británico Financial Times hizo una encuesta a los más prestigiosos economistas del mundo y encontró que el 79 % prevé una recesión mundial el próximo año. La inflación allá y acá se salió de control como un incendio y los bancos centrales independientes lo están tratando de apagar a cualquier costo. Petro, en su gobierno, tendrá que escoger si abandonar su idea del año pasado de imprimir billetes y cumplirles a “los nadies” o atar de manos a los bomberos cuando la casa se está incendiando. La revolución o el pragmatismo, es imposible tener los dos.


Lo mismo pasa con el crudo. La cruda realidad es que Colombia hoy depende del petróleo para tener una economía estable. Los cálculos muestran que la propuesta de Petro de suspender a partir de 2023 la nueva exploración de hidrocarburos llevaría el dólar a unos $7.000. Menos iPhones y menos computadores, claro, pero también menos medicinas y menos bienes de capital para el campo. De nuevo, la decisión está entre la revolución energética unilateral de un país que no produce ni el 1 % de las emisiones de gases de efecto invernadero o el pragmatismo para cumplirles a “los nadies” con un campo más productivo y un país más saludable.


El gobierno entrante tiene una oportunidad única para hacer algo por esos seis millones de personas en pobreza extrema, pero no lo va a poder hacer con soluciones mágicas. Para ponerlo en perspectiva, los cálculos muestran que el 74 % de la reducción de la pobreza que tuvo Colombia entre 2002 y 2017 fue gracias al crecimiento económico, mientras que solo el 26 % fue gracias a la redistribución.


Como decía Alejandro Gaviria hace unos años, “las ‘musculosas capacidades de la política’ son una ilusión. Con la excepción, por supuesto, de las ‘musculosas capacidades’ para hacer daño”. El presidente podrá repartir plata y duplicar o triplicar los $12 billones que se entregaron en 2021 en subsidios a los más pobres, pero si no tiene crecimiento económico, productividad y competencia, no va a lograr mucho por esas personas que votaron por él con la esperanza de un mejor futuro.

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